P. Jorge Armando Castillo E. / Roma, Italia
Hay momentos en que la vida nos presenta pruebas grandes, retos aparentemente inalcanzables y situaciones profundamente dolorosas. Hoy, podemos decirlo, estamos pasando por un momento crítico que nos obliga a hacer frente a un enemigo que no se ve, pero que está causando muerte y destrucción. Hasta el día de hoy, según los datos que nos presenta la prensa, solo en Italia se han comprobado más de 10,590 contagios, 1,045 curados y 827 muertos. Esta situación ha sido declarada hoy por la Organización Mundial de la Salud una pandemia, puesto que se ha extendido a lo largo de muchos países y a un número considerable de la población.
Italia y su gente está pasando por una situación alarmante y la solidaridad de otros países, junto con el empeño de las autoridades civiles y religiosas, tiene la esperanza de vencer y superar este momento. Es impresionante de verdad el trabajo que están realizando en los hospitales, todo el cuerpo de médicos, enfermeros y voluntarios para auxiliar a los que se presentan pidiendo auxilio. Una enfermera del hospital de Cremona, Elena Pagliarini, impresionada por el extenuante trabajo en el hospital externa que no se pueden olvidar las miradas de la gente pidiendo auxilio; dice: “aquellos ojos hacen reflexionar, hacen reflexionar mucho… sobre el sentido de la vida”.
Nosotros no estamos exentos de esta lucha y nos toca vivir de cerca, al menos en este momento, las medidas sanitarias para evitar el contagio. No sabemos realmente los alcances que mañana el Covid-19 pueda tener, fuera de lo que nos informarán los medios. Pero lo que sí sabemos es que tenemos que ser corresponsables con todos, y que los países en donde no se ha manifestado aún el virus, puedan estar preparados para una prudente y sabia respuesta.
¿Qué podemos esperar ante este escenario? Sobre todo, que termine y que pueda pronto pasar esta situación. Si el virus nos obliga a abandonar responsabilidades laborales, religiosas y recreativas, que no nos haga abandonar la fe ni la confianza de que, con el la ayuda de Dios, podremos superar este momento de temor e incertidumbre. Pensemos y valoremos el esfuerzo de muchos para auxiliar a los que sufren contagio; oremos por la fortaleza de los que están padeciendo esta prueba en carne propia y, sobre todo, que los que estamos resguardados en nuestras casas, colegios y centros asistenciales, podamos con fervor y verdadera confianza, pedir a Dios que nos libre de todo mal.
Para atacar a los enemigos que no se ven hay que luchar también con las armas que no se ven, de las cuales la oración y la unión con Dios son fundamentales. ¡Que Dios proteja nuestras familias siempre!, que nosotros desde aquí, combatimos del lado del más fuerte, ¡Dios!