Punto de Vista / Nicolás Dávila Peralta
Al anunciarse la visita del presidente de México Andrés Manuel López Obrador a su homólogo estadounidense Donald Trump, las opiniones se dividieron; mientras unos apoyaron el primer viaje al extranjero del mandatario mexicano, otros lo consideraron inoportuno y como un recurso de Trump para reelegirse.
Los pronósticos fallaron, López Obrador demostró que, como estadista, sabe manejar la diplomacia de tal modo, que la visita se convirtió en un éxito que solo aquellos columnistas recalcitrantes han tratado a toda costa de reprobar.
Quizá el momento más significativo de este encuentro en la Casa Blanca de Washington, DC, fue expresado en el discurso del presidente López Obrador. Fue un discurso moderado, característico de la diplomacia, en donde se omiten las desavenencias y se pone el acento en las coincidencias, llamando al diálogo para resolver conflictos.
En el discurso destacan cinco ideas: el nuevo Tratado de Libre Comercio (T-MEC), las relaciones México-Estados Unidos, la migración, la relación entre los dos gobiernos, y la soberanía.
El T-MEC ocupó la mitad del discurso de López Obrador, con lo que el mandatario mexicano puntualizó el tema central del encuentro.
López Obrador consideró este nuevo acuerdo de libre comercio como “una gran opción para producir, crear empleos y fomentar el comercio sin necesidad de ir tan lejos de nuestros hogares, ciudades, estados y naciones”.
Lo consideró como una oportunidad para atraer inversiones a la región porque, dijo, “los tres países aportamos capacidad productiva, mercados, tecnología, experiencia, mano de obra calificada y terminamos complementándonos”.
En el discurso manejado desde 1994, se ponía el acento en la generación de capital y se relegaba al trabajador a la categoría de una mercancía más: la fuerza de trabajo.
En el discurso de López Obrador ante el presidente Trump y la prensa estadounidense, por el contrario, puso el acento en el papel de los trabajadores: “México tiene algo sumamente valioso para hacer efectiva y potenciar la integración económica y comercial de la región; me refiero a su joven, creativa y responsable fuerza laboral”.
Y añadió: “No olvidemos que la participación de los trabajadores en los procesos productivos es igual de importante que el papel de las empresas. De poco serviría tener capital y tecnología, si no se cuenta con buenos obreros que se destaquen por su imaginación, su talento y su mística de trabajo”.
En el tema de las relaciones entre los dos países, López Obrador reconoció que “hemos tenido desencuentros y hay agravios que todavía no se olvidan”; sin embargo, omitió abundar en este punto para destacar, por el contrario, que ambos países “hemos podido establecer acuerdos tácitos o explícitos de cooperación y de convivencia”.
En este sentido, recordó la cooperación de México, durante la Segunda Guerra Mundial, con la fuerza de trabajo necesaria en los Estados Unidos, los llamados “braceros”. Pero puntualizó que estas relaciones entre las dos naciones han sido “a veces de vecinos distantes y otras de amigos entrañables”.
El tema de la migración dejó insatisfechos a quienes esperaban un discurso que pusiera el acento en la política antimigratoria de Trump; sin embargo, dado el carácter del discurso, López Obrador destacó el papel de los migrantes mexicanos en el desarrollo de los Estados Unidos: “se ha conformado, aquí, una comunidad de cerca de 38 millones de personas, incluyendo a los hijos de padres mexicanos. Se trata de una comunidad de gente buena y trabajadora que vino a ganarse la vida de manera honrada y que mucho ha aportado al desarrollo de esta gran nación”.
Igualmente causó escozor en muchos cuando el Presidente destacó, en las relaciones entre los dos gobiernos, el haber recibido “comprensión y respeto” por parte del gobierno de Trump, pese a las divergencias ideológicas. Recordó el respeto mostrado a México por dos presidentes: Lincoln y Roosevelt, en los gobiernos de Juárez y Cárdenas, como ejemplo de respeto a la soberanía de la nación.
En este sentido, agradeció al mandatario estadounidense el no tratar a México como una colonia sino como una nación soberana.
Si bien este discurso refleja el centro del diálogo entre los dos presidentes y sus equipos, queda en reserva, seguramente, la forma en la que en los diálogos privados se tocaron estos temas. Con todo, la visita López Obrador a su homólogo estadounidense fue positiva.