Punto Vista / Nicolás Dávila La semana pasada, fue capturado en Venahavís, un poblado de la provincia de Málaga, en España, el exdirector de Petróleos Mexicanos Emilio Lozoya Austin, sobre el que pendía una orden de aprehensión, acusado de operaciones con recursos de procedencia ilícita y por estar inmiscuido en los delitos de los que ha sido señalada la empresa brasileña Odebrecht, entre otros. De este modo, se ha iniciado el proceso de extradición para ser juzgado en México. Sin embargo, las autoridades españolas, además de aceptar las acusaciones que se equiparan en España con el de blanqueo de dinero, presumen que Lozoya tenía ya tiempo de estar en la península protegido por guardias de origen ruso y el juez que conoció de la causa le dictó prisión preventiva, bajo la sospecha de posible fuga del reo. Por su parte, la Fiscalía General de la República informó que ha detectado propiedades vinculadas a Lozoya en Suiza, España, y en los estados de Nueva York, Virginia, Texas, Miami y en Washington DC, en los Estados Unidos. Lozoya había sido vinculado con el caso Odebrecht desde el sexenio de Enrique Peña Nieto, sin que entonces se hubiese investigado la veracidad de estos vínculos. Fue hasta este sexenio que se emitió una orden de aprehensión y se solicitó la ayuda de Interpol para localizarlo. La captura de este exfuncionario de Peña Nieto, se une a la de Genaro García Luna, secretario de Seguridad Pública en el sexenio de Felipe Calderón, acusado por las autoridades estadounidenses de tener nexos con el cartel de Sinaloa. Ambos casos reflejan que la lucha contra la corrupción y la impunidad ha dado sus primeros pasos y eso es plausible; sin embargo, toca ahora la Fiscalía General de la República fundamentar las acusaciones, primero, para lograr la extradición, y después, para que el exfuncionario priista reciba la sentencia que merece. Mientras tanto los mexicanos esperamos que otros más reciban el castigo que merecen por los actos de corrupción que son conocidos de todos y se avance de esta manera en el combate también a la impunidad. Los feminicidios Viernes y sábado de la semana pasada, en ciudades de 19 estados del país se realizaron marchas de protesta por el asesinato de Ingrid Escamilla a manos de su pareja y en contra de la difusión de imágenes reprobables del hecho catalogado como un feminicidio. Razones hay para estas marchas, como las ha habido para las realizadas en otros momentos: aún existe en el país una cultura que relega a la mujer a un segundo plano y la considera no solo inferior al hombre sino, en muchos casos su propiedad. Sin embargo, no todo asesinato de una mujer puede ser considerado como feminicidio. El código penal federal considera que para que un homicidio pueda ser considerado como feminicidio, se requiere que el crimen se perpetre por razones de género; esto implica varias condiciones: Que la victima presente signos de violencia sexual de cualquier tipo; se le hayan infligido lesiones o mutilaciones infamantes o degradantes, antes o después de su muerte; antecedentes de cualquier tipo de violencia familiar, laboral o escolar, del asesino en contra de la víctima; relación sentimental, afectiva o de confianza con el criminal; amenazas relacionadas con el hecho delictuoso, acoso o lesiones del sujeto en contra de la víctima; incomunicación de la mujer, así sea por un tiempo mínimo y que el cuerpo de la víctima sea expuesto o exhibido en un lugar público. Todas esas condicionantes muestran la conducta de una persona con una educación machista que considera justificables las conductas agresivas en contra de la mujer, así sea esposa, novia, vecina, compañera de estudios o de trabajo, considerada como inferior al hombre. Esta idea no solo se genera en el hombre, muchas mujeres se consideran a sí mismas como dependientes del hombre, como sujetas a su voluntad y a su autoridad. Por esto, más allá de las marchas, justificadas desde luego, es necesario un proceso de concientización que lleve a la mujer a considerarse a sí misma como sujeto de su propia historia, con derechos y obligaciones iguales a las del hombre.