Fieles a las tradiciones nacionales, los mexicanos hemos celebrado el CVII aniversario del inicio de la guerra por la independencia de México; millones de compatriotas reunidos en las plazas principales de ciudades, villas y pueblos escucharon a sus autoridades lanzar vivas a los iniciadores de ese movimiento y disfrutaron de música, cohetes, luces y antojitos regionales. En gran número de viviendas se festejó la noche del 15 de septiembre y los grandes restaurantes y centros nocturnos, hicieron su agosto con este motivo.
Por una noche y el día 16, México se detuvo, se olvidaron los problemas nacionales, locales y hasta los familiares y revivió la convicción de que vivimos en un país independiente y soberano. ¡Claro que sí! Celebramos el inicio del proceso que llevó al país a liberarse del poder español, dejó de ser una colonia, la colonia de la Nueva España para asumir su nombre originario: México.
Pero ya pasó el “Grito”, ya se vivieron los desfiles militares y cívicos, ya nuestros niños y jóvenes lucieron sus uniformes, sus pasos que quisieron ser militares, los carros alegóricos; seguramente muchos se rieron de la ignorancia que mostraron muchas autoridades al nombrar a los héroes de la independencia.
Hoy, hemos vuelto a la normalidad; sí, a la normalidad, esto es, a nuestra realidad y descubrimos que, al traer a la memoria los avatares del siglo XIX, cuando las diversas facciones políticas coquetearon lo mismo con Francia, que con España y con los Estados Unidos, nuestra independencia ha sido muy frágil. Quizá nuestros gobiernos lograron defender la independencia del país y la soberanía del Estado mexicano a mediados del siglo XX; pero la cercanía con el imperialismo estadounidense nos ha llevado, sobre todo en los últimos 35 años, a ceder paulatinamente soberanía al país poderoso del norte.
Esto se agravó a partir del gobierno de Carlos Salinas de Gortari y su equipo de secretarios de Estado, la mayoría exalumnos de universidades estadounidenses, con mentalidad anglosajona y dispuestos a unir al país a la dinámica de globalización al ritmo marcado por el gobierno de los Estados Unidos.
Ernesto Zedillo Ponce de León fue el prototipo de mandatario que condujo a México según los lineamientos del país del norte. Hoy, es académico en la Universidad de Yale y funcionario de una empresa ferrocarrilera estadounidense, beneficiada con la venta de Ferrocarriles Nacionales de México.
Los dos gobiernos panistas, en contra de los principios del fundador del Partido Acción Nacional, condujeron al país por los mismos senderos, sin intentar siquiera defender la independencia y la soberanía de México.
Pero ha sido el actual gobierno, surgido del “nuevo PRI” el que ha buscado enganchar a México a los destinos impredecibles de los Estados Unidos. Ha mantenido una observancia estricta de los lineamientos macroeconómicos de la globalización, tal como la entiende el gobierno estadounidense; se ha mostrado pusilánime frente a las cotidianas afrentas del gobierno de Donald Trump contra los mexicanos, son tímidas sus reacciones frente a las medidas antimigrantes de ese mandatario y ha sido incapaz de continuar la política exterior mexicana de respeto a la soberanía y la libre determinación de las naciones. Ahí están los casos de las acciones diplomáticas del gobierno de Enrique Peña Nieto en contra de Venezuela y Corea del Norte, ambas tomadas según lo indicado por el gobierno de Trump.
Además de este sometimiento del gobierno mexicano a las decisiones de los Estados Unidos; está nuestra dependencia económica de millones de mexicanos que ha cruzado la frontera en busca de sacar a sus familias de la pobreza de la que no ha sabido o no ha querido sacarlos el gobierno mexicano.
Es momento de tomar conciencia de que no basta con un “¡Viva México!” la noche del 15 de septiembre; nuestro país necesita una segunda independencia.