El presidente nacional del PRI, Enrique Ochoa Reza, al concluir su gira por los 32 estados de la República anunció la creación en su partido de una Comisión Anticorrupción, a fin de analizar con cuidado el perfil de quienes sean designados para competir por algún puesto de elección popular.
No hay que olvidar el contexto en el que se da este anuncio, tanto el inmediato: las causas de sus derrotas electorales recientes, ligadas necesariamente a la corrupción de los gobernadores salientes, como en el contexto sexenal, marcado por diversos actos que la opinión pública y la voz ciudadana han considerado como actos de corrupción, entre los que destacan la famosa Casa Blanca de Angélica Rivera, el conflicto de intereses que llevó a la cancelación del proyecto de tren de alta velocidad México-Querétaro, la casa de Malinalco de Luis Videgaray, entre otras situaciones de presuntos actos de corrupción..
Desde luego, hay que reconocer que el Congreso de la Unión ha propuesto soluciones a este problema que es secular en el país. El 15 de noviembre de 2012 el PRI y su apéndice el Partido Verde presentaron en el Senado un proyecto para crear la Comisión Anticorrupción. En enero de 2013, se reformó la Ley Orgánica de la Administración Pública, con miras a la creación del órgano autónomo anticorrupción. A finales de ese año, el Senado aprobó la creación de la Comisión Nacional Anticorrupción, iniciativa que fue “congelada” por la Cámara de Diputados.
Por fin, este año, en una ceremonia en la que Enrique Peña Nieto pidió disculpas por lo de la Casa Blanca, se promulgaron las reformas constitucionales para la creación del Sistema Nacional Anticorrupción que considera la participación de varias instancias federales y ciudadanas y establece un nuevo Tribunal de Justicia Administrativa.
Todo eso está bien; sin embargo, el problema de la corrupción no solo requiere de leyes, sino de educación y de voluntad política y ciudadana para enfrentarlo y combatirlo.
El primer paso es conocer todas las caras que tiene la corrupción e iniciar la tarea de combatirla desde varios frentes: el administrativo, el político, el judicial, el policiaco, el sindical, el educativo, el religioso y el ciudadano, porque las caras de la corrupción se manifiestan en toda la estructura social. Estas son algunas caras:
El caciquismo. Somos un pueblo culturalmente propenso a seguir a un líder y dejar en sus manos todas las decisiones. De este modo, vamos repitiendo la estructura de mando heredada de nuestros ancestros: la del cacique. En todos los campos de la vida social buscamos depender del cacique, del caudillo, y esto lleva a la creación de líderes que acaparan el poder y deciden todo sobre la vida de quienes se convierten en sus súbditos. Así hay pueblos, municipios, organizaciones, movimientos sociales y religiosos, y partidos políticos que se mueven a voluntad del cacique y éstos deciden quienes ocupan los puestos importantes, desterrando así la igualdad de derechos y la libertad de decisión de los ciudadanos.
El compadrazgo. En México, el compadre es más importante que el ahijado, pero lo es más cuando se trata de saltar por encima de la ley, de la democracia, de la competencia laboral y de los juicios penales o civiles.
El compadrazgo ayuda a violar las leyes de manera impune, es capaz de cambiar el veredicto de un juez para proteger a un delincuente, es un camino para eludir impuestos o para subir los peldaños de la política; así llegan a los altos cargos personas incompetentes, pero con buenos padrinos.
El dedazo. En política es ya una tradición, desde la creación del Partido Nacional Revolucionario, primer nombre del PRI, que el caudillo o el presidente en turno designe a su sucesor. La cultura priista es una cultura de la sumisión; todos los militantes esperan a que el Presidente de la República, máximo caudillo (cacique en turno) del partido, diga quién es el candidato y todos le aplauden. No hay democracia, como no la hay en otros “dedazos”, el de profesor que favorece a un alumno, el de los trabajadores cuyo líder sindical es designado por la empresa, el del cacique que determina quién será el presidente municipal.
El nepotismo. Una acción muy común en todos los niveles de gobierno es incluir a los familiares en la nómina de la administración pública, algunas veces asignándoles una tarea real o muchas veces incluyéndolos como “aviadores” que solo cobran un salario sin trabajar.
El despotismo. Es una actitud propia del cacique, que se considera a sí mismo como “señor de horca y cuchillo”, pero también de quienes al ocupar un puesto público se sienten dueños de la voluntad de los ciudadanos; y esto no solo se da en las autoridades federales, estatales o municipales, también se da entre los burócratas: empleados, secretarias, policías.
La extorsión. Es quizá la más extendida forma de corrupción y entre las acciones de extorsión se encuentran las “mordidas” que se ofrece a los funcionarios públicos o las que ellos demandan para evitar infracciones o agilizar trámites. Es la corrupción más extendida entre las personas.
La impunidad. Este tipo de corrupción es que más indigna a la gente, porque nace de la violación de la ley y la indiferencia de la autoridad para castigarla. A lo largo de los años hemos visto cómo los delitos de los funcionarios públicos no son castigados, pero también hemos visto a delincuentes vivir en libertad, sin castigo, gracias a la corrupción de los jueces.
La malversación de recursos públicos. En el pensamiento colectivo ha enraizado la idea de que cualquier puesto público es para robar; se piensa, no sin razón, que el cargo de presidente municipal facilita enriquecerse con el manejo de las finanzas públicas. Los casos de los exgobernadores o gobernadores salientes de Sonora, Veracruz, Chihuahua y Quintana Roo, son una muestra.
Otras caras de la corrupción son el tráfico de influencias y el uso ilegítimo de información privilegiada, sobre todo en la toma de decisiones financieras que benefician a empresarios y políticos.
Un verdadero combate a la corrupción debe incluir políticas claras para enfrentar todos estos tipos de corrupción y en todos los aspectos de la vida social.