Por: Nicolás Dávila Peralta / Punto de Vista
Las revoluciones han sido consideradas siempre como movimientos sociales en busca y consecución de grandes cambios en las estructuras sociales; ahí están, como ejemplos, la Revolución Francesa y la Revolución Bolchevique. Pero las revoluciones no son eternas, tienden a institucionalizarse y convertirse en un nuevo sistema político, económico y social que responde a las motivaciones que le dieron origen, o mueren al transformarse en una nueva estructura de poder opresor. Dos revoluciones del siglo XX en América Latina han caminado hacia el panteón de las esperanzas fallidas.
México
El 18 de noviembre de 1910, estalló la Revolución Mexicana que derrocó al dictador Porfirio Díaz; sin embargo, el nuevo presidente, Francisco I. Madero, fue asesinado el 22 de febrero de 1913 por órdenes de Victoriano Huerta que, a su vez, fue derrocado por el ejército constitucionalista comandado por Venustiano Carranza, en 1914. Los postulados revolucionarios se institucionalizaron en la Constitución de 1917, la primera constitución social del siglo XX. Esta Carta Magna fue considerada persecutoria para las iglesias, principalmente la católica. Tras el asesinato de Venustiano Carranza, llegaron al poder los revolucionarios de Sonora: Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles. Después de la “Guerra Cristera” (1926-1929), se creó el Partido Nacional Revolucionario (PNR) que asumió el poder, bajo el maximato de Calles.
Nicaragua
Este país fue dominado desde su independencia por Estados Unidos que impuso a los gobernantes, tanto liberales como conservadores; esto provocó varios levantamientos armados. El más relevante fue el de Augusto César Sandino, quien se levantó en armas en 1927; ese mismo año, se inició la dictadura de la familia Somoza, al asumir Anastasio Somoza García el mando de la Guardia Nacional; fue siempre el gobernante de Nicaragua, fuera o no presidente. Anastasio heredó el poder a su hijo Luis Somoza (1956) y a la muerte de éste, tomó las riendas del poder el otro hijo, Anastasio Somoza Debayle; en todo este tiempo no paró la actividad rebelde que culminó con la fundación del Frente Sandinista de Liberación Nacional en 1961, el cual, después de 19 años de lucha derrocó a la dictadura y entró triunfante a Managua el 19 de julio de 1979. A la cabeza del frente triunfador iba el comandante Daniel Ortega Saavedra.
México
Plutarco Elías Calles mantuvo el poder a través del Partido Nacional Revolucionario hasta 1935, cuando fue desterrado por el presidente Lázaro Cárdenas, quien concretó la reforma agraria y creó organizaciones obreras que consolidaron el poder del partido que, al final de su mandato cambió de nombre por el de Partido de la Revolución Mexicana (PRM). Su sucesor, Manuel Ávila Camacho, inició una política tendiente a la unidad nacional; negoció con todos los sectores, incluyendo el eclesiástico y se inició una época de estabilidad política y social.
El partido emanado del movimiento revolucionario cambió su nombre por el de Partido Revolucionario Institucional (PRI). Sin embargo, las décadas de los años 50 y 60 estuvieron marcadas por la represión a cualquier movimiento antigobiernista; la culminación de esta política fueron la matanza del 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco, la agresión a estudiantes por paramilitares el Jueves de Corpus de 1972, y la guerra sucia durante el sexenio de Luis Echeverría. La revolución entraba en agonía.
Nicaragua
El Frente Sandinista tuvo que enfrentar el asedio del movimiento contrarrevolucionario impulsado por los Estados Unidos, que concluyó en 1989. En 1990, una alianza de partidos venció al sandinismo en las elecciones. Convertido en partido político, el Frente Sandinista compitió en los siguientes procesos electorales, siempre con el mismo candidato: el comandante Daniel Ortega Saavedra, el cual logró el triunfo en las elecciones del 10 de enero de 2007. La esperanza sandinista volvía a Nicaragua.
México
Agotado el modelo económico en los gobiernos de Luis Echeverría, José López Portillo y Miguel de la Madrid, arribó al poder una nueva generación de políticos simpatizantes del modelo neoliberal, los cuales despojaron al PRI de sus principios originales, cancelaron los logros sociales establecidos en la Constitución de 1917 y han llevado al país por una ruta opuesta a los orígenes revolucionarios. La llegada al poder de esta nueva clase política, en 1988, MARCÓ LA MUERTE DE LA REVOLUCIÓN MEXICANA, cuyos principios de justicia social, sin embargo, han sido retomados por el actual gobierno federal.
Nicaragua
Daniel Ortega se reeligió, se aferró al poder y convirtió al Frente Sandinista en una organización sometida a su capricho. Nicaragua ha vuelto así, a los tiempos en que gobernaba una familia; antes fueron los Somoza, hoy son los Ortega: Daniel presidente y su esposa vicepresidente.
Ahora, con 15 años en el poder, el antiguo líder sandinista, el revolucionario de los años 70, ha desatado una verdadera masacre en contra del pueblo nicaragüense que reclama su renuncia, hostigamiento que se ha intensificado con la persecución de los opositores y, en fechas recientes, un acoso de tipo religioso, que recuerda los tiempos de la guerra cristera en México. ASÍ HA MUERTO LA REVOLUCIÓN SANDINISTA.