Nicolás Dávila Peralta / Punto de Vista
El 30 de agosto, el presidente Andrés Manuel López Obrador entregó a los familiares del diplomático chiauteco Gilberto Bosques Saldívar, la constancia en donde la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), le otorga a su obra el certificado de Memoria del Mundo, por sus contribuciones humanitarias durante la Segunda Guerra Mundial.
De esta manera, se reconoce el trabajo que Gilberto Bosque Saldívar realizó en defensa de los españoles republicanos perseguidos por la dictadura de Francisco Franco, así como los europeos que huyeron de la persecución nazi-fascista durante la guerra.
Más de 40 mil personas fueron salvadas de la muerte y de los campos de concentración por este diplomático mexicano, por cuya actividad a favor de los perseguidos fue tomado preso, junto con sus esposa e hijos por las fuerzas de ocupación nazi en Francia.
Con este reconocimiento de la UNESCO, los archivos que dan testimonio de las gestiones humanitarias de asilo y gestiones diplomáticas que Gilberto Bosques realizó en Francia en favor de españoles, franceses y de otros países invadidos por las tropas alemanas, se han convertido en patrimonio de la humanidad.
Así pues, los documentos que se conservan en el archivo que custodia la Secretaría de Relaciones Exteriores de México, han adquirido un valor singular que obliga al gobierno y a su familia a custodiarlos porque el título de Memoria del Mundo los convierte en referencia histórica, cultural y política, para comprender no solo la acción de la diplomacia mexicana, sino que se valoran como testimonios invaluables de la Segunda Guerra Mundial.
De Chiautla a Europa
Gilberto Bosque Saldívar nació en Chiautla de Tapia el 20 de julio de 1892; su historia transcurre desde ese “sol de los chiautecos”, como él le llamó, hacia las aulas de la Escuela Normal poblana, para seguir por la ruta del movimiento antireeleccionista, las tribunas del Congreso Constituyente de Puebla y la Cámara de Diputados federal, hasta culminar en una carrera diplomática que salvó de la muerte a miles de perseguidos, lo mismo por el nazismo y el fascismo, que por la emergente y sangrienta dictadura de Francisco Franco.
En Europa es reconocido precisamente por esta labor en defensa de la vida de miles de perseguidos; sin embargo, su trayectoria como humanista liberal y defensor de los derechos del hombre a la vida y la libertad iniciaron desde muy joven.
Participó en el movimiento antirreeleccionista encabezado por Aquiles Serdán, fue profesor en la ciudad de Puebla, diputado local constituyente y diputado federal.
En 1939, fue nombrado por el presidente Lázaro Cárdenas Cónsul general de México en París, cuando ya en Europa se padecía el surgimiento del poderío nazi y en el sur de ese continente emergía el fascismo en Italia y en España Francisco Franco perseguía a muerte a los republicanos e implantaba una de las dictaduras más duraderas de la península ibérica.
Ocupado el norte de Francia y la capital París por el ejército alemán, Gilberto Bosques trasladó el consulado a la zona libre del sur, donde se ubicó la capital de la Francia libre. La sede del consulado se ubicó primero en Bayona y luego en Marsella. En estos dos lugares, Gilberto Bosques transformó la misión diplomática en un espacio de protección de los perseguidos por la Alemania nazi, la Italia fascista y la España franquista.
Primero fueron los mexicanos radicados en Francia quienes recibieron la protección del consulado; pero luego esta protección se extendió a los refugiados españoles que habían huido hacia Francia por la represión del gobierno de Francisco Franco, los judíos europeos que huían de los campos de concentración y de la muerte, y los europeos perseguidos por la Gestapo.
En 1942, la Gestapo tomó el consulado y apresó al Cónsul Gilberto Bosques y a su familia (esposa y tres hijos adolescentes), así como al personal del consulado. Permanecieron cautivos en Bonn, Alemania, hasta que todos fueron canjeados por prisioneros alemanes y regresaron a México en 1944.
Su llegada al país estuvo marcada por el reconocimiento de aquéllos a quienes había rescatado de la muerte; miles de refugiados españoles, franceses y judíos lo esperaron en la estación de ferrocarril de la ciudad de México y lo cargaron en hombros.
Testigo de la Revolución Cubana
Tras su regreso a México, fue nombrado Ministro Extraordinario y Plenipotenciario en Portugal, de 1945 a 1949; en Suecia y Finlandia, de 1949 a 1953. Ese año fue trasladado de esa sede diplomática a la embajada de México en Cuba, entonces gobernada por Fulgencio Batista.
En la isla caribeña vivió la revolución y vio entrar triunfantes en La Habana a las fuerzas revolucionarias capitaneadas por Fidel Castro Ruz. Su trabajo diplomático tuvo mucho que ver con la decisión tomada por el gobierno mexicano de no romper relaciones diplomáticas con el gobierno revolucionario cubano ni aceptar el bloqueo comercial.
Su gestión diplomática en la isla de Cuba concluyó en 1964 y el hombre liberal, revolucionario, defensor de la democracia y de la vida de miles de perseguidos por el nazifascismo y el franquismo, se retiró a la vida privada en su residencia de la Ciudad de México, en donde murió el 4 de julio de 1995.