El enfrentamiento entre bandas criminales y cuerpos de seguridad pública en el municipio de Huehuetlán el Grande, muestra el crecimiento acelerado que tienen en el estado de Puebla las bandas del crimen organizado y la fuerza que han tomado, como fruto de las deficientes estrategias que los gobiernos de los últimos años han desarrollado para garantizar seguridad a todos los poblanos.
En el caso de Huehuetlán el Grande, se presentó otro factor que no había sido tomado en cuenta: la lucha de poder entre las bandas. En este caso, fueron primero sicarios de una banda del crimen organizado quienes trataron de extorsionar a un grupo dedicado al robo de combustible; el resultado fue el primer enfrentamiento entre las dos bandas criminales que terminó con ocho muertos.
Sin embargo, al acudir los cuerpos de seguridad a ese municipio de tierra caliente, se generó otro enfrentamiento, ahora entre los pobladores y los policías, con un saldo, por parte de los agentes del orden, del comandante de la Policía Municipal muerto y dos heridos, el regidor de Gobernación quien recibió dos balazos, y un policia.
Puebla ha dejado de ser un estado seguro, un estado que podía presumir de vivir en paz y lejos de los conflictos generados por el crimen organizado. Sin embargo, en el sexenio pasado, el gobierno estatal se preocupó por brindar ante la opinión pública un rostro de eficiencia y eficacia en el tema de la seguridad pública, sustentado en el maquillaje de las estadísticas y no en la realidad.
Así, se criminalizó la protesta social el caso de Chalchihuapan fue un ejemplo-, pero se volvió la espalda a los primeros indicios de operación del crimen organizado en algunas zonas de la sierra norte y el oriente de la entidad poblana.
La prensa dio cuenta del robo de combustible de los ductos de Petróleos Mexicanos e incluso se denunció la participación de elementos de seguridad en este delito, incluido el Secretario de Seguridad Pública del estado.Sin embargo, poco se hizo; tuvo que salir a la luz la participación de este funcionario para que se le pidiera su renuncia, sin fincarle responsabilidad alguna.
Las noticias sobre la operación de bandas criminales en el estado, se negaron o minimizaron, a fin de mantener la calificación de estado seguro. Así, no hubo estrategias firmes para frenar la operación de bandas criminales y el resultado es lo que hoy vivimos, no solo en Huehuetlán el Grande o el llamado “triángulo rojo”, sino en muchos municipios poblanos, incluyendo la capital del estado, donde el robo a mano armada es cotidiano en las calles y en el transporte público.
Como el enfrentamiento acaecido en el “triángulo rojo”, el de Huehuetlán el Grande no es aislado, son los casos más notorios de una descomposición social que la actual administración debe enfrentar con energía y oportunidad; de lo contrario, Puebla corre el peligro de ubicarse entre los estados más conflictivos del país.