Punto de Vista / Nicolás Dávila Peralta
La semana pasada, la Facultad de Filosofía y Letras de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), fue sede del Congreso Internacional de Pedagogía Social y Educación Social, organizado por la Asociación de Pedagogía Social, en colaboración con el Programa de Postgrado en Pedagogía Social y Cultural de la Universidad del Estado de Arizona y la Red Mexicana de Pedagogía Social, que reunió en número considerable de participantes de América Latina y Europa.
Los temas fueron varios, pero destacaron por su importancia los referentes a la educación para la paz, sobre educación ambiental y retos para la justicia social. En el primer tema destacó el panel realizado el jueves por la tarde, en el que participaron ponentes de universidades colombianas y un representante de la Arquidiócesis Católica de Acapulco, Guerrero, estado que ocupa el primer lugar en asesinatos y desapariciones en el país.
Los académicos colombianos presentaron los programas que realiza su país para educar a la infancia sobre la importancia de la paz, en la posguerra que inicia Colombia una vez firmado el desarme con las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FARC).
Después de un análisis de la situación de la zona caribeña de ese país sudamericano, el programa busca construir una conciencia de paz que se cimente en el cuidado de la propia persona, de los demás y del entorno social y ambiental.
En ese país, la educación para la paz está apoyada por las disposiciones del Ministerio de Educación que ha diseñado un programa educativo para la paz, y por un posgrado dirigido al magisterio.
Por la arquidiócesis de Acapulco, Guerrero, participó el sacerdote Jesús Mendoza Zaragoza, responsable de la pastoral social y del programa de acompañamiento a las víctimas de la violencia.
En 1989, Jesús Mendoza era rector del Seminario Regional del Sureste (Seresure), cuando el entonces obispo de Tehuacán, Norberto Rivera Carrera ejecutó la orden de clausurarlo, por lo que regresó a su iglesia de origen: Acapulco.
En su ponencia explicó el reto al que se enfrentó la arquidiócesis de Acapulco, que abarca el puerto y las costas grande y chica, al desencadenarse la violencia tanto de los cárteles de la droga como de las bandas de la delincuencia común.
Vimos, dijo el clérigo, a la violencia como una amenaza social que no solo desintegra a las familias, sino también a los pueblos y a las comunidades.
Iniciamos –prosiguió- de manera improvisada y buscamos el apoyo de la iglesia de Colombia, que ya tenía experiencia en el apoyo a las víctimas, que es el objetivo de la iglesia católica acapulqueña en este ambiente de violencia imparable.
Explicó que se busca que los familiares de los asesinados o desaparecidos no enfrenten solos esa situación y que las acciones de la iglesia se orienten hacia la construcción de la paz, a través de procesos educativos, la reconstrucción de las comunidades divididas y la reconstrucción de la sociedad desde abajo, sin esperar que sean las autoridades quienes realicen este trabajo.
Explicó que el acompañamiento a las víctimas implica generar redes sociales donde se integren las víctimas, los colegios de abogados, las organizaciones defensoras de los derechos humanos y se presione para que haya justicia.
El clérigo consideró que todas estas acciones se identifican como una forma de educar para la paz.
Las propuestas de los académicos colombianos y del sacerdote guerrerense nos pueden parecer lejanas en la región Mixteca, sin embargo, no hay que olvidar que la violencia también se llega a sentir en la zona sur del estado de Puebla y en la Mixteca oaxaqueña y la región de la Montaña de Guerrero.
Es momento de pensar tanto en las familias como en las escuelas y también en las iglesias de todas denominaciones, en programas que eduquen a los adultos, a los jóvenes y a los niños, a construir una sociedad en paz que, como dijeran los colombianos, esté centrada en el cuidado de sí, del otro y del entorno.
Familia, escuelas e iglesias tienen esta tarea que es para hoy, no para cuando la violencia y la muerte toque a nuestras puertas.