Josue Escudero
Vivimos en un país lleno de contrastes, donde se mezclan las culturas, donde choca el futuro y el pasado haciendo una explosión en el presente. Donde ser mexicano te llena de orgullo, pero que te llamen indio te causa indignación.
No me apena ser moreno, de hecho, me llena de satisfacción, porque heredé el color de mis abuelos, el cual me recuerda que vengo de gente indígena, que siempre luchó por lo que es suyo y trataron de arrebatarles.
En este país de razas y castas, sigue imperando el racismo, no de los extranjeros sino de mexicano a mexicano, donde “para mejorar la raza” debes casarte con un güero y tal vez, “eres bonita, pero morena” se ha convertido en sugerencias y no en insultos.
México se niega a ver el racismo, pero siempre está latente ante nosotros, justo ahí donde todos negamos que existe, desde los nidos más públicos hasta los más íntimos. Lo puedes ver desde la poca oportunidad de estudiar y tener un empleo digno, ser condenado por un crimen que no cometiste o hasta la negación o miradas sigilosas en la entrada a un bar, un restaurante o un centro comercial.
Pero esto va más allá de ser indígena, basta sólo parecerlo o tener rasgos racializados para sufrirlo. No estamos hablando del México del pasado, estamos hablando del presente. De acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) la apariencia física sigue siendo el primer factor de discriminación en México.
Para muchos contar con rasgos indígenas propios de nuestro país no es un orgullo sino un sinónimo de varias cosas, que van desde posicionarnos en niveles educativos bajos, hasta predisponernos trabajos que según ellos van con nuestra apariencia.
Porque para varias personas aún es sorprendente encontrarse a gente “muy mexicana” en puestos altos en las corporaciones, o ver a una “india” haciendo un papel que va más allá de la sirvienta.
En México hay 16 millones 933 mil 283 indígenas, que representan el 15,1% de la población total y en estudios realizados por el Inegi se ha mostrado que el 51.2% de las personas con rasgos indígenas, han sufrido discriminación en un derecho tan básico como el acceso a la salud y me pregunto: ¿Cómo es que me tengo que ver para que se me dé una buena atención médica?
Y no solo es en el sector salud, entre los datos que arroja el informe, se indica que el 29.4% ha tenido una negación de atención en oficinas de gobierno, así como un 15.9% dice que por su aspecto le han negado un trabajo o no le han dado un ascenso.
En México más del 70% de las personas somos de piel morena, y aún seguimos siendo minoría en los medios de comunicación, y es que la aceptación de la audiencia mexicana a personas con tono de piel obscura sigue siendo renuente, pues el aspirar a formar parte de la élites blancas en México las hace crecer con enormes delirios de grandeza, con una percepción de ser más poderosos que los demás, más ricos, más atractivos, más sofisticados, más cool y hasta más inteligentes que las mayorías morenas, pues ver alguien con la piel clara y triunfando sigue siendo algo aspiracional.
Esto muy lentamente va quedando atrás, con gente de piel morena y rasgos indígenas que están triunfando por todos lados, en ámbitos que algunos pensarían que no se podía entrar y es que si algo tenemos los mexicanos de piel “prieta” es que todo lo hacemos a lo grande, que nos han negado todo y lo buscamos todo.
Me han llamado “moreno”, “prieto”, “indio”, “naco”; al principio no me gustaba, hoy me enorgullece, lo que algunos pensaban era un insulto lo he convertido en un halago, pues me di cuenta que mi color de piel cuenta la historia de mi cultura, que es hermosa y que me hace sentir orgulloso de ser parte de ella.