Elizabeth Soriano / Izúcar de Matamoros, Pue.
Por más de 50 años, la comunidad de La Galarza, ubicada en el municipio de Izúcar de Matamoros, ha dependido en gran parte de un manantial de agua, el cual abastece del vital líquido por lo menos al 90% de los habitantes; sin embargo, en la actualidad este cuerpo de agua no ha sido suficiente para darle total servicio a la población.
De acuerdo con información proporcionada por el presidente auxiliar de la comunidad, Miguel Hernández, es más de medio siglo (50 años) los que este manantial ha ayudado a que la demarcación cuente con agua en sus viviendas, la cual es transportada por gravedad a las más de quinientas tomas que se encuentran en la zona.
Desde la lejanía en la que se encuentra, en medio de una abundante vegetación con viejos árboles y con tubería, el agua es recolectada de pequeños pozos donde nace, para que se concentre en un solo tubo de asbesto y de ahí se distribuya entre las decenas de tomas en la localidad y el vital líquido llegue a los hogares.
No obstante, con el crecimiento de la población y el cambio climático, el agua de dicho manantial es insuficiente, sobre todo en temporada de calor, pues disminuyen los niveles y por lo tanto llega menor cantidad de líquido y trae menos presión para que suba a lugares altos.
Por ello, las autoridades auxiliares buscaron una alternativa a este problema, pues algunos habitantes ya viven sobre el cerro de La Galarza y en sus faldas, por lo que el agua no sube hasta sus casas, y han recurrido a un pozo que sí permita que todos cuenten con el vital líquido.
Pero hay un obstáculo, el mencionado pozo aún continúa sin brindar el servicio, pese a las reparaciones que han hecho las autoridades municipales, por lo que el manantial sigue dando batalla para proveer de agua a parte de los pobladores.
Para cuando el pozo esté dando el servicio, la idea es que el agua del manantial siga proporcionándole vida a la comunidad, por ello, esta agua sería destinada a edificios públicos como instituciones educativas, la inspectoría, recintos religiosos, el centro de Salud, el salón ejidal, por mencionar algunos.
Los habitantes de la comunidad, a través de los años, han cuidado este manantial donde nace el cristalino líquido, pues aseguran que además de proveerles de agua, son espacios que se deben preservar, por lo que han colocado mallas protectoras a los pequeños pozos para que no se dañen; y ante cualquier circunstancia que pueda ponerlos en peligro, la ciudadanía siempre se mantiene pendiente, para cuidar el afluente que los ha salvado de una sequía extrema.