Emmanuel Anaya / Izúcar de Matamoros, Pue.
Al entrar a la localidad de San Nicolás Tolentino, se pueden observar dos grandes chimeneas que sobresalen de entre las ruinas de lo que una vez fue la hacienda con mayor expansión territorial de la Nueva España, misma que se situaba en lo que es el municipio de Izúcar de Matamoros.
Cabe mencionar que las haciendas tienen sus orígenes en España, las cuales fueron replicadas en América durante el proceso de la colonización, teniendo como objetivo ser utilizadas como una finca agrícola, que diera una aportación económica a los dueños de éstas.
Sin embargo, con el paso del tiempo y la industrialización, comenzó su decadencia y los que trabajaban las abandonaron para incluirse en las industrias, lo que provocó su deterioró.
La Ex hacienda de San Nicolás Tolentino
De acuerdo con el cronista de Izúcar de Matamoros, Raúl Martínez Velázquez, la hacienda fue construida a finales del siglo XVII por los frailes Agustinos, nombrándola “de San Nicolás Tolentino” por ser un santo de gran importancia entre su congregación.
Al construirla se empleó material de adobe y piedra, pero con el paso del tiempo se remodelo, y en lo que queda de su edificación se puede apreciar un acabado de finales del siglo XIX.
Al introducirse a la ex hacienda, se puede encentrar que ésta se encuentra dividida en dos: la parte habitacional y donde se llevaba a cabo el proceso de la azúcar, lo que se podría llamar hoy la parte industrial.
Así como la zona donde se encuentran los dormitorios de los trabajadores; quienes prácticamente vivían en la hacienda, asimismo se puede observar la casa del administrador; lugar exclusivo para la persona que cuidaba y tenía en orden el lugar.
Una de las habitaciones de suma importancia en la época fue la casa raya; lugar donde cobraban y podían comprar los trabajadores diversos artículos de necesidad personal.
A un costado de estas habitaciones se localiza la casa grande, la cual se distingue de las demás por sus bellos acabados que aún son visuales para los curiosos que llegan a observar lo que un día fue la gran hacienda.
La casa grande era el lugar designado para los patrones, pero estos sólo iban periódicamente a éste lugar, ya que radicaban en las grandes ciudades.
Esta es de dos pisos y contaba igualmente con dos patios, distinguiéndose de la demás arquitecturas por belleza, a un lado se encuentra la iglesia, la que permanece completa y en utilidad.
La parte “industrial”
Del otro lado de la parte habitacional se encuentra la “fábrica”, el lugar donde procesaban la caña para obtener los trozos de azúcar, ya que el proceso era diferente y no salía el azúcar en granos.
El cronista, señaló que la ex hacienda tuvo su auge en la época de la colonia y que era una de las principales distribuidoras de azúcar a nivel nacional, lo que le daba su grandeza y su apogeo.
Esta parte de la hacienda contaba con bodegas donde se presume se guardaban materiales para la labor de la hacienda, calderas, un molino, dos chimeneas y el acueducto, que en conjunto hacían funcionar la “fábrica”.
El acueducto que se alza con 137 arcos, fue una pieza arquitectónica de gran utilidad en la época, era el que abastecía de agua al lugar, traída de la comunidad de Matzaco, hasta la hacienda.
Esto se logró gracias a que la región de Izúcar, fue y es una zona rica en agua y un clima propicio para la agricultura de la caña, siendo esta parte fundamental de la economía.
El paso del tiempo
Sin embargo ahora poco queda de la más grande hacienda del municipio, al igual que muchas de sus compañeras el paso del tiempo las ha consumido, dejándolas en construcciones con techos caídos, paredes a medias, vegetación que las consume y grafitis.
El lugar es visitado por los curiosos que les agrada explorar los vestigios de la ex hacienda, que entre vegetación sobresalen algunas escalinatas, arcos y torres que, pese al poco interés de las autoridades, se mantienen vivas.