Juan Manuel Mazas/Ciudad de México.
El calentamiento global es un problema que nos concierne a todos y que desde hace décadas se ha convertido en un tema de discusión entre gobiernos y ciudadanos por igual.
En 2015, 197 países del mundo se reunieron para firmar el Acuerdo de París, cuyo objetivo es que cada nación se comprometa a reducir sus emisiones para lograr que el calentamiento de la Tierra no supere los 2º Celsius e intentar limitarlo a 1.5ºC. Durante la convención, se invitó a que el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático de la ONU realizara un reporte para este año de los impactos del calentamiento global si la temperatura aumentaba más de 1.5ºC.
Dicho reporte fue publicado el pasado 8 de octubre y sus noticias no son nada buenas: A pesar de los esfuerzos que se han realizado, se prevé que para el 2030 la tierra sobrepase los 1.5º C, lo cual significa el inicio de cambios irreversibles en nuestro planeta, como el aumento del nivel del mar; que ya estamos experimentando, el deshielo de los Polos, la desaparición de los arrecifes de coral, la extinción generalizada de distintas especies de animales y plantas, así como climas extremos que incluyen ondas de calor y sequías.
Detener el calentamiento global supone un gran esfuerzo que se tiene que llevar a cabo desde ahora, con la contribución de todos los países a nivel mundial, si no, no será posible llegar al 2030 sin un calentamiento de 1.5ºC.
Entre las soluciones que se plantean en el reporte está la utilización de energías renovables al grado que del 70 al 80 % de la energía global provenga de estas fuentes para el 2050, así como trabajar en la reforestación y conservación de áreas verdes que absorban el dióxido de carbono de la atmósfera y desarrollar tecnologías que permitan hacer lo mismo.
La problemática del calentamiento global ha desencadenado distintos programas y tendencias que contribuyen a mejorar nuestra situación. Cada vez más productos dicen ser ecológicos o amigables con el medio ambiente, nacen iniciativas de energía verde y se desarrolla tecnología destinada a limitar la emisión de dióxido de carbono a nuestra atmósfera. Sin embargo, estos esfuerzos no son suficientes ya que el cambio más significativo podría provenir de las políticas públicas, así como de las mayores industrias contaminantes.
El grupo Rauters, ganador de un premio Nobel destacó en su informe que el sueño de bajar los niveles de dióxido de carbono podría traer beneficios grandes para la humanidad, como que solo se afectaría a la mitad de las personas por falta de agua, habría menos muertes y enfermedades ocasionadas por el calor, contaminación y enfermedades contagiosas, el nivel de los océanos subiría casi 10 centímetros o menos. menos de la mitad de los animales vertebrados y plantas perderían gran parte de sus hábitats. habría menos ondas de calor, aguaceros y sequías. la capa de hielo de la Antártida occidental podría no llegar a un derretimiento irreversible y podría ser apenas suficiente para evitar que la mayor parte de los arrecifes de coral del mundo mueran.
A pesar de las advertencias del fin de nuestro planeta; la reticencia de las industrias y gobiernos se suma un fuerte movimiento que estigmatiza la concientización de los efectos del cambio climático, y sugiere que se trata de una farsa; así lo planteó Donald Trump en 2012 y que el calentamiento global era propuesta por China. En el caso de Estados Unidos, la negativa de implantar medidas que reduzcan dramáticamente la emisión de dióxido de carbono resulta en un fuerte impacto ambiental, dado que se trata del segundo país del mundo que más contamina.
Al final lo único que nos queda es presionar a nuestros gobiernos a que se implemente tecnología y políticas que reduzcan la contaminación, exigirle a las industrias que minimicen la huella de carbono de sus productos y por supuesto, realizar cambios en nuestro estilo de vida que contribuyan a revertir los efectos del calentamiento global.