#SemanaPolítica
Por: Nicolás Dávila Peralta
La semana pasada, el Congreso del Estado de Puebla determinó la no legalización del aborto; una lucha que ha tomado fuerza en el país, a través del movimiento de “pañuelos verdes”, que se ha atribuido el triunfo de la legalización en el estado de Oaxaca y hoy califica de “reaccionarios” a los legisladores poblanos.
Sin duda, el tema del aborto, así como el de los matrimonios igualitarios, es motivo de discusiones entre dos corrientes antagónicas.
Por un lado, están las organizaciones que se han levantado, desde la segunda mitad del siglo pasado, por lo que ellos llaman la defensa de la vida y la familia.
Hoy mismo, se ha llamado a una “Cruzada por México” en la que se convoca a los católicos a defender la vida y la familia, y pedir por la paz y la liberación de México”.
En contraparte, los movimientos en defensa de los derechos de la mujer reclaman –con diversos argumentos– la legalización de la práctica del aborto. Sus argumentos van desde el “derecho a decidir sobre su propio cuerpo” hasta los de salud y los de carácter social y económico.
Ambas corrientes consideran que tienen la razón y condenan a sus adversarios.
En cuanto a los movimientos antiabortistas, es claro que defender la vida es, en sí, un objetivo legítimo; pero los contextos en que han nacido muchos de estos grupos, encabezados por Pro Vida, tienen un origen y un historial cuestionable, y lo más importante, carecen de una visión estructural de la sociedad y del significado mismo de la palabra Vida, que implica no solo el producto de un embarazo, sino al nacido, el niño en todo su proceso de crecimiento, el joven, el adulto y el anciano, así como la mujer embarazada.
Por otra parte, los movimientos pro abortistas han enarbolado como uno de los principales argumentos para la legalización del aborto el derecho de la mujer a decidir sobre su propio cuerpo, además de señalar los peligros a los que se enfrenta la mujer al practicarse un aborto clandestino en situaciones sanitarias que ponen en riesgo su vida.
La radicalidad de estas dos posturas se refleja en los adjetivos que ambas atribuyen a su contraparte: “asesinas”, dicen un@s; “mochos” dicen otr@s. Pero ni uno ni otro movimiento asumen que el aborto no es un problema que se pueda aislar, porque sus razones son estructurales y abarcan desde la educación hasta la delincuencia.
No es pues, un asunto solo de legalizar o no la práctica del aborto. Los movimientos Pro Vida y Pro Aborto debieran asumir que el problema debe atacarse desde sus raíces y no solo con un instrumento legal.
Un asunto es la educación familiar; esto en dos aspectos: el respeto a la mujer, y una clara y sana educación sexual. Hay que romper la rigidez de los roles de género, “el hombre manda, la mujer obedece”; y el miedo de los padres a abordar los temas sexuales con sus hijos.
No se puede dejar a los amigos, a las películas, a las redes sociales la educación sexual que debe ser, en primer lugar, responsabilidad de los padres. Resultados de esta omisión son los embarazos de adolescentes y las agresiones sexuales.
Otro asunto es la violencia hacia la mujer. No se trata solo de prohibir o apoyar el aborto; es necesaria la lucha contra el machismo, contra los agresores sexuales y los tratantes de personas.
Estos son algunos puntos que contribuyen a evitar un aborto; pero es necesario ir más allá.
Quienes dicen defender la vida deben no solo condenar el aborto, sino proponer y hasta establecer mecanismos e instituciones para atender a la mujer embarazada en situación de conflicto, brindar apoyo a los recién nacidos como hijos no deseados y preocuparse por dar a la niñez una vida digna; porque no solo hay que defender la vida, sino contribuir a una vida verdaderamente humana.
Quienes buscan la legalización del aborto, debieran ser conscientes de que este no es un derecho, sino una práctica a la que lleva una situación de conflicto: violación, pobreza, prostitución, prestigio social. ¿Dónde están sus propuestas, sus iniciativas, sus acciones para enfrentar estas causas por las cuales una mujer se ve obligada a abortar?
El aborto es un asunto serio y hay que abordarlo con seriedad.