Nicolás Dávila Peralta / Punto de Vista
El Tercer Informe de Gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador ha sido de los más comentados en los medios; diferentes opiniones se han vertido tanto por periodistas como de especialistas en los temas abordados. La mayoría han sustentado sus opiniones en la comparación de los datos duros presentados por el mandatario, de donde han emanado logros y pendientes en el país.
Sin embargo, los líderes de los partidos de oposición han utilizado lugares comunes y demagogia pura al referirse al Informe Presidencial. Marko Cortés, Alejandro Moreno y Jesús Zambrano han reflejado tanto la pobreza ideológica en la que han caído sus partidos, como la intención de marginar su propia historia, tanto como partidos en el gobierno como de partidos en otro tiempo adversarios.
Destacan las declaraciones del presidente del Partido Acción Nacional, tanto las difundidas en su cuenta de twitter como las realizadas en Michoacán, al asistir a la toma de posesión del alcalde de Morelia.
El panista afirmó que el país ha perdido tres años que calificó de “tres años de mentiras y promesas incumplidas, tres años de fracasos, de decir una cosa y hacer otra. Lamentables tres años porque pasamos de estar mal en economía a estar peor, de estar mal en seguridad a estar peor, de estar mal en corrupción a estar mucho peor”.
Por su parte, Alejandro Moreno, líder del PRI, habló de tres años de retrocesos en todas las áreas; aseveró que “han sido los peores en los últimos 50 para el país, porque no ha sido capaz de brindarle resultados a las familias y, además, carece de una propuesta para ello”. Para coronar sus declaraciones aseguró que su partido no se somete a los caprichos del presidente.
Jesús Zambrano, presidente del PRD, de plano “reprobó” al presidente; aseguró que no puede dar buenas cuentas al país “con la economía caída, el desempleo, crecimiento de muertes tanto por el coronavirus y el contagio de más de 3 millones de personas, además de la crisis de inseguridad”. Insistió en que el gobierno ha llegado a acuerdos con la delincuencia.
Las declaraciones del líder panista Marko Cortés debió hacerlas en 2003, en el tercer año de (des)gobierno de Vicente Fox, porque esos sí que fueron “tres años de mentiras y promesas incumplidas, tres años de fracasos, de decir una cosa y hacer otra”; tres años de la actitud burlona de resolver el problema de Chiapas en 15 minutos; tres años de prometer un cambio que nunca llegó; tres años de un despilfarro irresponsable y de un saqueo a través de la fundación Vamos México que engordó las arcas de los hijos de Martha Sahagún.
También olvidó los narcodelincuentes “de cuello blanco” que dirigieron la seguridad pública con Felipe Calderón y su guerra contra el narco que costó –y sigue costando- miles de vidas inocentes.
Por otra parte, el líder del PRI puso en evidencia la ignorancia de la historia del partido que manejó al país desde 1929 como una auténtica monarquía sexenal y donde toda la vida del partido giraba en torno de la voluntad del presidente de la República en turno (“Qué horas son? Las que usted diga, señor presidente”).
Se le olvidó que a causa de esa actitud acrítica echó a la basura los principios revolucionarios que le dieron origen para asumir al país –a partir del sexenio de Miguel de la Madrid- en una dinámica de empobrecimiento de la mayoría y el enriquecimiento escandaloso de una clase empresarial y política. Se le olvidó que el último gobierno emanado de su partido se destacó por la corrupción, la impunidad y la venta de la riqueza del país al capital extranjero.
El colmo de la oposición lo puso el reprobador líder del PRD Jesús Zambrano. Se le olvidó que su partido nació precisamente como una oposición al neoliberalismo de los gobiernos de Miguel de la Madrid (por eso la candidatura del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas) y de Carlos Salinas, en cuyo sexenio se fundó el Partido de la Revolución Democrática.
Se le olvidó que fueron Cárdenas y Andrés Manuel López Obrador los que mostraron su calidad como políticos y como gobernantes en la Ciudad de México, bajo las siglas del PRD, partido al que ambos fundaron y del que salieron al ver que sus dirigentes, los “chuchos”, lo entregaban en manos de PAN y del PRI.
En fin, es acertado señalar los importantes logros del gobierno de López Obrador y que han mostrado el giro que va dando el país hacia la justicia social y el manejo eficiente y prudente de la economía; pero sobre todo la gran diferencia entre un presidente en verdad cercano a la gente y los mandatarios emanados del PRI y el PAN, siempre rodeados de guardaespaldas militares y guaruras civiles.
Que hay deficiencias, no hay duda y muchos las van señalando; pero el rumbo es muy diferente al que le imprimió un PRI neoliberal nada revolucionario, un PAN comprometido con los grupos de extrema derecha y con gobiernos ineficientes, y un PRD secuestrado por un grupo cuyo único interés se reduce a contar con participaciones para seguir siendo un membrete que no es ni revolucionario ni democrático.