Punto de Vista / Nicolás Dávila Peralta
El viernes pasado fue asesinado José Remedios Aguirre Sánchez, candidato del Movimiento Regeneración Nacional (Morena) a la alcaldía de Apaseo el Alto, Guanajuato; con él suman ya 16 los candidatos asesinados en lo que va del mes de mayo. En siete meses, que es lo que lleva el proceso electoral 2018, contando desde las precampañas, van 94 políticos ejecutados, la mayoría aspirantes o candidatos a puestos de elección popular.
Esta es una realidad que no habíamos vivido en contiendas electorales anteriores y que nos lleva a preguntarnos: ¿qué está pasando en nuestro país?
De entrada, estos asesinatos muestran el grado de descomposición social y política a la que ha llegado nuestro país y que representa un retroceso que supera los conflictos armados de los años 30, cuando quienes eran descartados por el partido oficial o se arriesgaban a contender como oposición se levantaban en armas o eran perseguidos y, en el peor de los casos, ejecutados.
Hoy, cuando todos hablan de madurez democrática, cuando las leyes han cambiado en busca de transparencia y legalidad electoral, no solo las instituciones responsables del proceso han sido cuestionadas, sino que en siete meses la contienda electoral se ha teñido de sangre.
Si volteamos la vista hacia los estados que han registrado el mayor número de asesinatos de políticos, como Guerrero y Michoacán, sin duda vislumbramos la mano del crimen organizado al que en varias regiones del país el gobierno le ha cedido el poder, por complicidad o indiferencia. Regiones de esos estados donde si el político o el candidato no responden a sus intereses, son personas muertas.
Así, en muchos casos, los asesinatos son resultado de la política de seguridad fallida de los últimos dos sexenios que han permitido que el crimen organizado siente sus reales en varias zonas del país y se constituyan en señores de horca y cuchillo en cuestiones políticas.
Pero esta no es la única explicación a las muertes violentas de políticos de todos los partidos en varios estados de la República, incluyendo Puebla, donde van ya seis políticos ejecutados.
Desde la campaña electoral que llevó a Los Pinos al guanajuatense Vicente Fox Quezada se implantó en México una nueva forma de hacer proselitismo. Se terminaron los recorridos pueblo por pueblo en el país; cambiaron los discursos y las actitudes de los candidatos.
Fox inauguró las campañas desde la televisión rebajándose a participar en programas cómicos para promocionar su candidatura y cambiando el lenguaje hasta entonces tradicional de los políticos de respeto al contendiente y de propuestas y promesas al electorado, al discurso de ataques directos en contra de otros contendientes. Aún recordamos cómo vociferaba que sacaría de Los Pinos a las “víboras prietas y tepocatas” que lo ocupaban.
Este estilo fue el que los dueños del poder utilizaron en 2006 para frenar al entonces candidato del PRD, a quien calificaron de “un peligro para México”.
Pero hoy, este modo de hacer campaña ha llegado a tal extremo que las propuestas de los candidatos quedan opacadas por una guerra sucia que inició con el desprestigio del contrario y ha llegado, con los promocionales diseñados por el PRIAN, a la estrategia de crear miedo en la ciudadanía en contra del candidato de la alianza “Juntos Haremos Historia”. El miedo es mal consejero y puede mover a personas altamente manipulables y fanáticas a eliminar ese peligro a toda costa.
Lo peor es que ha habido llamados abiertos o indirectos a utilizar la violencia en contra del adversario político. Recordemos el discurso del candidato de la alianza “Todos por México” frente al Movimiento Antorchista, a quienes llamó a “eliminar” a AMLO, o el tuit de Ricardo Alemán que retomó una imagen en donde se expresaba: “A John Lennon lo mató un fan. A Versace lo mató un fan. A Selena la mató una fan. A ver (sic) a qué hora chairos (mote con el que califican a los seguidores de López Obrador)”, y añadió: Les hablan!!!
Ni la guerra sucia, ni los promocionales del miedo, ni los discursos que llaman a la violencia ayudan a frenar los homicidios de políticos y candidatos de todos los partidos. Frente a esto, el reclamo ciudadano es: PROPUESTAS Y NO ATAQUES, AYUDAN A LA DEMOCRACIA.