Punto de Vista / Nicolás Dávila Peralta
Es para preocuparse las reacciones que el gobierno federal ha tenido frente al descontento popular por el alza en los precios de las gasolinas, el gas doméstico y la energía eléctrica. Primero dijeron que el alza respondía al precio internacional del petróleo, luego que era necesario porque si no se afectarían los programas sociales; ahora Peña Nieto declara la muerte de la “gallina de los huevos de oro”, es decir, el declive de la producción petrolera.
Estas fueron sus palabras: “La gallina de los huevos de oro se nos fue secando, se nos fue acabando. Y de ahí financiábamos muchas cosas. Y cuando el precio del petróleo estaba alto el gobierno tenía excedentes. Se nos acabó”.
¡Bella forma de disfrazar el saqueo del que ha sido víctima la empresa petrolera nacional!
A partir de 1938 el petróleo pasó a ser uno de los principales pilares de la economía nacional; no el único, porque el país contaba con una agricultura fuerte, México era autosuficiente en cuestión alimentaria. Al frente de la empresa Petróleos Mexicanos estuvieron profesionales de la ingeniería: Vicente Cortés Herrera (1938-1940), Efraín Buenrostro Ochoa (1940-1946).
Al llegar al poder Miguel Alemán dirigió la paraestatal el empresario Antonio J. Bermúdez, que continuó al frente de Pemex en el sexenio de Adolfo Ruiz Cortines. El sexenio alemanista fue considerado el inicio de la industrialización acelerada del país y en esta estrategia Pemex tuvo un papel relevante y reforzó la unidad estructural entre el gobierno y el sindicato petrolero.
Adolfo López Mateos nombró director de Pemex al ingeniero Pascual Gutiérrez Roldán y en el sexenio de Gustavo Díaz Ordaz estuvo al frente de la empresa petrolera el jurista Jesús Reyes Heroles, a quien se debe la creación del Instituto Mexicano del Petróleo. Luis Echeverría designó director de Pemex al ingeniero Antonio Dovalí Jaime.
Pemex fue siempre la riqueza de México y así la consideraron los directivos de la empresa y los líderes sindicales, protegidos siempre por el partido en el poder.
Sin embargo, la primera llamada de alerta se dio en el sexenio de Miguel de la Madrid, cuando bajaron los precios internacionales del petróleo y México se sumió en una de sus peores crisis económicas, con una inflación que llegó a los tres dígitos. A pesar de ello, la economía siguió teniendo como eje central el petróleo, a pesar de haber pasado ya la famosa “administración de la riqueza” con José López Portillo.
Pero fue en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari cuando se inició el proceso para privatizar la industria petrolera, aun cuando el mismo Salinas niegue esto y argumente que en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte se dejó en claro que el petróleo seguiría siendo patrimonio del país.
La estrategia fue clara: debilitar a Pemex pero manteniendo a la empresa como factor central en la política de ingresos del gobierno federal. Así poco a poco la empresa petrolera se fue descapitalizando y las refinerías se fueron desmantelando una a una, mientras los gobiernos de Salinas, Zedillo, Fox y Calderón seguían sustentando sus políticas en los impuestos de Pemex. Ninguno tomó en cuenta que el petróleo es un recurso no renovable, como no lo tomó en cuenta el (des)gobierno de Peña Nieto.
El viernes pasado, el secretario de Energía Pedro Joaquín Coldwell reconoció ante la Comisión Permanente del Congreso de la Unión que Pemex tiene serios rezagos que le impiden abaratar las gasolinas, pero no reconoció que estos rezagos han sido fruto de una estrategia para debilitar a la empresa y mucho menos que a esta situación ha contribuido la corrupción.
Pero hay todavía otro factor que debilitó a Pemex: el sindicato petrolero.
A partir de 1947 se concedió al sindicato petrolero la facultad de realizar actividades empresariales; esta fue la base para el enriquecimiento de la dirigencia sindical, que a partir de 1958, bajo el liderazgo de Pedro Vivanco García, negoció para el sindicato la entrega del 2 por ciento del valor total de las obras y servicios realizados a PEMEX por contratistas.
A partir de entonces, el sindicato petrolero ha sido una fuente de riqueza casi inagotable para los líderes sindicales, tanto para Joaquín Hernández Galicia “La Quina” como para el líder actual: Carlos Romero Deschamps. El sindicato se convirtió desde entonces, en un instrumento controlador de los trabajadores petroleros y una vía de enriquecimiento de los líderes sindicales.
A esto se une el saqueo realizado por varios directores de Pemex y de funcionarios que han aprovechado las lagunas legales para enriquecerse a costa del petróleo mexicano.
Creo que no se ha secado “la gallina de los huevos de oro”, la han secado: los gobiernos con su política fiscal en contra de Pemex, los funcionarios que la han saqueado y los líderes sindicales cuya riqueza es escandalosa porque proviene de esos huevos de oro negro.
Saqueo, corrupción, descuido y deterioro intencional para entregar la riqueza petrolera al sector privado han llevado a esta crisis. Ahora pregunto: Si se acabaron los huevos de oro ¿por qué se entrega la gallina al capital extranjero? ¿No es una contradicción?
De ser un país petrolero estamos a punto de pasar a ser un país importador de petróleo, de gas y de gasolina, gracias a la entrega ignominiosa establecida en una reforma energética aprobada a ciegas o por obediencia al “caudillo” sexenal, por legisladores que están muy lejos de representar los intereses nacionales.