«Juntos haremos grande otra vez a Estados Unidos”; así y con una invocación a Dios, concluyó Donald Trump su discurso al asumir el cargo como presidente de los Estados Unidos de América, en una ceremonia que contrastó con el ascenso, hace ocho años, del primer presidente de color, por la poca asistencia y por las protestas que en varios lugares de ese país acompañaron a su toma de posesión.
En su discurso, el cuadragésimo quinto presidente del país más poderoso del mundo puso el acento en el proteccionismo y estuvo marcado por el más demagógico populismo.
Este día, expresó en su intervención, “será recordado como el día en que el pueblo volvió a ser gobernante de esta nación”. Tras una crítica a la clase política que, dijo, ha aprovechado para ella misma los recursos de la clase media, consideró el voto que lo llevó al poder como “un movimiento histórico nunca antes visto por el mundo”.
Como lo hizo en su campaña, el viernes también habló de un país desindustrializado, con un sistema educativo fracasado y una gran cantidad de ciudadanos marginados.
Dijo que durante muchas décadas se ha enriquecido a la industria extranjera, apoyado a ejércitos de otros países y defendido fronteras en otras partes del mundo.
Consideró llegado el momento de apoyar la industria nacional para generar empleos, fortalecer al ejército de los Estados Unidos y defender las propias fronteras (única referencia a la frontera sur de ese país, sin duda).
Ante este panorama descrito por él, su discurso estuvo marcado por un acendrado nacionalismo: “desde este día en adelante, será solo América primero, América primero”; en todos los aspectos tanto internos como externos de Estados Unidos se buscará el beneficio de los estadounidenses, afirmó.
La palabra populismo ha sido utilizada en muy diferentes contextos, desde la política aplicada en 1934-1940 por el general Lázaro Cárdenas, hasta los discursos electorales de Vicente Fox o las estrategias utilizadas por décadas por el partido hoy en el poder en México.
El populismo es encabezado siempre por un líder carismático o que se presenta como tal. Su discurso o su acción se orientan a ganarse las simpatías de las masas empobrecidas y víctimas de la injusticia.
En el caso de Donald Trump, su populismo, si nos centramos en su discurso de inicio de mandato, va orientado a ganarse las simpatías de una clase media estadounidense, pero no toda simpatiza con él y su proyecto, lo que significa que el discurso no tiene el suficiente sustento social para que el nuevo mandatario logre y mantenga la imagen de un líder popular.
La prueba de que su populismo es demagógico es su desprecio por los migrantes, un porcentaje importante de la población en los Estados Unidos, que trabajan por salarios muy por debajo de los que reciben los ciudadanos norteamericanos, pero que contribuyen de manera importante a la economía de ese país.
Más grave que el populismo de fachada que manifestó el nuevo presidente estadounidense, es su nacionalismo que va a contracorriente de la dinámica mundial. Esto por tres razones.
Uno: Es un nacionalismo que le sirve de recurso para aplicar una política proteccionista generadora de políticas económicas cerradas que se orientan a fortalecer la economía estadounidense a costa de los demás países del mundo. Su amenaza de castigar a las empresas estadounidenses que inviertan en otros países, lo demuestra.
Dos: Es un nacionalismo que no se identifica con la defensa de la soberanía, sino con una política de dominio de su nación sobre el resto del mundo; algo muy semejante al nacional socialismo de Adolfo Hitler. Su anuncio de fortalecer el ejército y cuidar las fronteras, lo demuestra.
Tres: Es un nacionalismo que justifica su política en contra de los migrantes, especialmente de los mexicanos, porque no forman parte de esa nación, son extraños y hay que deshacerse de ellos. Me viene a la mente la persecución contra los judíos en la Alemania nazi.
Así pues, el mundo ha entrado en una etapa de incertidumbre que afectará seriamente a nuestro país, sobre todo ahora, con un gobierno inexperto, dispuesto a doblegarse ante los Estados Unidos, y una política exterior manejada por alguien cuya incapacidad ha sido más que evidente en su paso por la Secretaría de Hacienda.
El futuro de México no es pues muy halagador.
Por lo general, el populismo nace de un líder carismático que es percibido como parte del pueblo, y que como parte de este, entiende sus problemas y dificultades. Usualmente, los líderes populistas explotan el sentimiento de opresión de las masas y las injusticias sociales para movilizar tanta gente puedan, muchas veces en contra de los intereses de las elites sociales o políticas.
Los lideres populistas se mantiene en el poder precisamente por medio de su popularidad, y por esto, es necesario para ellos implementar políticas que favorezcan al pueblo, lo cual muchas veces significa poner a un lado las leyes y normas de la constitución. Muchas veces esto se ve reflejado en la nacionalización de compañías extranjeras, o la decisión de no pagar la deuda externa.
Usualmente, las corporaciones y las elites económicas tienden a ser las mas afectadas por las políticas populistas, puesto que el líder acude a ellas para crear antagonismos sociales que favorezcan su posición. Así, el líder es percibido como el defensor del pueblo contra los intereses voraces de las corporaciones y las clases altas.