“La marcha de los cojos”

Nicolás Dávila Peralta / Punto de Vista

Los antes llamados grandes partidos han anunciado una alianza para contender juntos en las elecciones de 2021. El PRI, que aún se dice heredero de la Revolución, el PAN que nació para hacerle contrapeso a los herederos de la Revolución y el PRD, nacido como reacción al proyecto salinista, hoy se unen para enfrentar al actual partido en el gobierno, Movimiento Regeneración Nacional (Morena).

Esta alianza, sin duda absurda, sería imposible si estos tres partidos conservaran su fuerza y presencia en la política nacional.
Decimos que la alianza es absurda, en primer lugar, por las diferencias en su origen:

El PRI, que fue gobierno desde su fundación como Partido Nacional Revolucionario, en 1929 hasta 2000, y lo recuperó por seis años con Enrique Peña Nieto, se manifiesta en su declaración de principios como heredero de los postulados de la Revolución Mexicana, la primera revolución social del siglo XX, pero también una revolución que, en su segunda etapa, fue anticlerical.

El Partido Acción Nacional fue fundado en 1939 por un grupo de personajes, sin duda intelectuales de prestigio, pero de convicciones católicas antirrevolucionarias, justo en la época de Lázaro Cárdenas, cuando las aspiraciones de justicia social de la Revolución se hicieron realidad.

En tanto que el nacimiento del Partido de la Revolución Democrática tuvo lugar como una reacción ante el inicio de la política neoliberal aplicada por Carlos Salinas de Gortari, como un partido en el que confluyeron la mayoría de las corrientes de la izquierda mexicana con el fin de hacer frente al PRI neoliberal.

Como se ve por el origen tan opuesto de los partidos, la alianza es absurda porque deja a un lado los principios doctrinales, los sustentos ideológicos y los proyectos de país que cada uno de estos institutos defiende.

El PRI en su etapa anterior al salinismo, fue liberal, defensor de una economía mixta regida por el Estado, y aglutinó a las clases media, obrera y campesina. A partir de 1988 asumió el neoliberalismo, por lo que dejó a la economía en manos del libre mercado y debilitó a sus bases campesinas y obreras.

En los principios doctrinales del PAN está lo que ellos llaman el bien común como base de la sociedad, la defensa de la familia tradicional, su oposición al aborto, la revisión del concepto de Estado laico y su cercanía con las políticas de libre mercado.

Entre tanto, el PRD en sus principios defiende la rectoría del Estado sobre la economía y la educación y se manifiesta defensor de la ideología de género y, por tanto, del matrimonio entre personas del mismo sexo.

¿Cómo, pues, podemos entender que partidos tan diversos de la noche a la mañana concreten una alianza electoral? De triunfar, ¿cuáles principios doctrinales prevalecerán, qué proyecto de nación se aplicará?

La respuesta es muy sencilla: Ningún principio y ningún proyecto propio de cada partido en concreto, porque sus principios doctrinales y sus proyectos de país son diferentes y hasta contrarios.

Por otra parte, si cada uno de ellos fuera un partido fuerte, cercano a la gente, con respuestas claras frente a los problemas del país, no necesitaría esta mezcla extraña sustentada en una sola idea: derrotar a Morena, sin propuestas que lleven al elector a distinguir entre un partido revolucionario, otro antirrevolucionario y un tercero en agonía.

Aparte de esta única intención de la alianza no hay nada, no hay una opción diferente a la Cuarta Transformación que haga avanzar al país por caminos diferentes a los trazados por estos tres partidos cuando fueron gobierno: simulación, corrupción, renuncia de principios, plutocracia y entreguismo a los grandes capitales internacionales.

Hay que recordar que Enrique Peña Nieto pudo concretar sus reformas estructurales, esas que perjudicaron a la clase magisterial, quitaron derechos a los trabajadores, entregaron a los grandes capitales el usufructo de los energéticos (luz, gas, gasolina, diésel), gracias al llamado “Pacto por México”, firmado por el PRI, el PAN y el PRD.

Esta alianza solo demuestra, tristemente, que los otros partidos fuertes de México están tan desmantelados que tienen que pedir la mano del contrario para poder levantarse e intentar caminar manteniéndose de pie con la ayuda de los otros, con una sola intención: volver al pasado reciente.

Por todo esto, la alianza PRI-PAN-PRD bien puede llamarse, de manera sarcástica: “la marcha de los cojos”.

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