Erika Martínez
Petlalcingo, Pue.
Disminución de ventas, precios bajos y afectaciones por las inclemencias del clima, es la situación que viven cientos de agricultores en la Mixteca poblana, quienes luchan día a día para salir adelante.
Sonia Méndez, campesina de Petlalcingo, narró que las ventas de los productos que siembran, como la jícama, disminuyó drásticamente, debido a la cancelación de las ferias y las fiestas decembrinas.
Agregó que hubo una mejora a principios de diciembre, pero después nadie fue a comprar debido a que las fiestas se cancelaron, al igual que las ferias, y los comerciantes ya no acudieron a comprar por bultos la jícama; únicamente llegan personas que los conocen, y para consumo personal.
“Comenzamos a vender la jícama a principios de diciembre, y hasta estas fechas no hemos terminado, aún nos queda mucha jícama sembrada”, dijo, preocupada por la situación, al añadir que en ocasiones llegan a vender únicamente 35 pesos en todo el día.
Señaló que tampoco pueden salir a vender sus productos, ya que, en las plazas grandes como Acatlán de Osorio y Huajuapan de León, en Oaxaca, no los están dejando vender y las ventas son muy bajas, lo que representa para ellos pérdidas económicas porque tienen que pagar transporte o gasolina, aunado a ello, el riesgo de contraer el virus Covid-19.
Sonia Méndez mencionó que, aparte de las bajas ventas, también registraron pérdidas por las inclemencias del clima, como es la lluvia, ya que muchas jícamas salieron abiertas o podridas, y esas nadie las quiere comprar. “Salieron como más de 15 bultos de jícamas echadas a perder y algunas las habían mordido los roedores”, enfatizó.
Precisó que la situación es preocupante, ya que no han recuperado lo que invirtieron, debido a las bajas ventas; el precio del costal de la jícama disminuyó, en años anteriores estaba a más de 200 y ahora únicamente lo pagan a 150 pesos y en el peor de los casos a 100 pesos.
Por su parte, Rafael González Villalba, agricultor, añadió que para la producción de la jícama se requiere de 5 meses de trabajo.
“Empezamos a sembrar a principios de junio y se cosecha los primeros días de diciembre, más de 5 meses de arduo trabajo, ya que requiere de cuidados como es el riego y la limpia del terreno”, destacó.
Explicó que la hierba y la jícama que se echan a perder se lo dan a comer al ganado; por lo que toda esta situación les ha afectado en su economía ya que no recuperaron lo que invirtieron, pero pese a ello, van a seguir sembrando.
Pidió a las autoridades federales, estatales y municipales voltear la mirada hacia los campesinos, y apoyarlos, ya que por la pandemia se han visto afectados económicamente.