Nicolas Dávila Peralta
La semana pasada, en la sede nacional del PRI salió a flote el descontento de las bases del tricolor ante los pobres resultados obtenidos en las elecciones del 6 de junio. Militantes de este partido protestaron frente a la sede nacional del instituto político demandando la renuncia del dirigente nacional. A la manifestación siguió un enfrentamiento donde hubo un herido de bala y varios golpeados, y los descontentos anunciaron que mantendrán el bloqueo al edificio.
Por su parte, la dirigencia nacional desestimó la protesta y acusó a los líderes de la misma, el ex gobernador de Oaxaca Ulises Ruiz y Nallely Gutiérrez Guijón, de estar aliados con el partido en el poder, el Movimiento Regeneración Nacional (Morena).
El conflicto entre el dirigente nacional y el ex gobernador de Oaxaca no es nuevo; el 8 de junio, dos días después de las elecciones donde el PRI sufrió una derrota histórica, Ulises Ruiz Ortiz exigió la renuncia del presidente nacional del partido, por “el pésimo resultado” electoral, en donde el partido perdió hasta el estado de donde era gobernador Alejandro Moreno, el líder nacional.
Indudablemente, hay descontento entre las bases del PRI, y en muchos casos el descontento viene de años atrás.
En 1988, un grupo de priístas encabezado por Cuauhtémoc Cárdenas se separó del partido y buscó la Presidencia de la República en una alianza con partidos de centro izquierda. A este grupo perteneció el actual mandatario Andrés Manuel López Obrador. Fue el primer signo del giro del PRI hacia el proyecto económico-político neoliberal.
Después de las elecciones de ese año, donde Carlos Salinas se hizo de la Presidencia de la República, el PRI dejó a un lado los principios que le dieron origen, renunció al modelo de economía mixta e inició un camino que lo llevó a convertirse en un partido de derecha.
La pérdida de la Presidencia en el año 2000 golpeó la misma estructura del partido, hasta entonces dependiente del presidente de la República como su líder máximo. Sin embargo, las coincidencias políticas con el Partido Acción Nacional hicieron que empezara a hablarse del PRIAN.
Recuperó la Presidencia en 2012 con un candidato propuesto por una de las más grandes empresas televisivas. Recordemos que Enrique Peña Nieto, siendo gobernador del Estado de México se casó con la actriz Angélica Rivera “La Gaviota”; un matrimonio que duró únicamente el sexenio presidencial del esposo.
Fue un sexenio marcado por la corrupción, el dispendio del erario público, la impunidad y la obediencia fiel a los lineamientos de los capitales internacionales. Ahí se formó la más absurda alianza para sacar adelante las famosas reformas estructurales ordenadas por los organismos financieros internacionales; el PRIAN se volvió PRIANRD.
El resultado de todos estos errores que iniciaron en 1988 y culminaron el 2018, fue la derrota contundente del partido que pasó de ser el partido hegemónico del país a ser la tercera corriente política, superada por Morena y el PAN.
Del partido solo quedaron los paredones y, lo peor, la nueva dirigencia no ha luchado por enmendar los errores e iniciar un proceso de fortalecimiento de un partido que sigue teniendo presencia nacional; cuenta con una estructura sectorial que podría volver a ser el pilar y la fuerza del partido y una militancia que sigue siendo el voto duro en tiempos electorales.
En lugar de eso, el partido se dejó llevar por el canto de las sirenas empresariales Gustavo de Hoyos y Claudio X González Guajardo, y volvió al error de la alianza PRIANRD bajo la bandera de Va por México. El resultado fue una derrota total en las elecciones del 6 de junio. Los electores volvieron a rechazar a esta alianza absurda y el que pagó los platos rotos fue el partido tricolor.
Los más grave ha sido que estas alianzas no las ha hecho la militancia, sino la dirigencia nacional, de espaldas a las bases priístas. Y eso quedó muy claro en las elecciones de este año: muchos militantes priístas negaron su voto a los candidatos del partido, sobre todo cuando iban en alianza con el PAN. El resultado: la pérdida de gubernaturas, de presidencias municipales y el derrumbe en el porcentaje electoral, al obtener menos del 20 por ciento de la votación nacional.
La manifestación y plantón en la sede nacional puede ser solo un movimiento del ex gobernador de Oaxaca, puede incluso ser una minoría la que está presente en la sede nacional; pero la dirigencia debe tomar en cuenta que un porcentaje de militantes no votó por el PRI y con su voto está demandando un verdadero cambio del tricolor, un regreso al liberalismo que le dio origen y la renuncia a esa alianza perversa con empresarios de extrema derecha, con el PAN, que nació precisamente como oposición al PRI, y con el PRD, un partido en peligro de extinción.