Nicolas Dávila Peralta
El jueves pasado, la revista Vértigo, en su sitio electrónico Vértigo Político, publicó una entrevista con Mario Delgado Carrillo, presidente nacional del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), en donde el líder evalúa los resultados de la contienda electoral del pasado 6 de junio.
De entrada, la postura de Mario Delgado es optimista. Destaca el triunfo en once gubernaturas de las 15 en contienda y reitera la convicción de que conservan la mayoría simple en el Congreso y están seguros que con los demás partidos de la alianza “Juntos Hacemos Historia” (PT y PVEM) lograrán la mayoría necesaria para garantizar la aprobación del presupuesto 2022.
Sin embargo, reconoció que el tener Morena en su poder la mayoría de las gubernaturas del país es una responsabilidad porque, afirmó:
“La gente vota por nosotros porque quiere gobiernos diferentes. Quiere gobiernos honestos. Nos toca ahora dar resultados. Y de eso se trata también esta propuesta de Morena: no solo de tener triunfos electorales sino además de regenerar la vida pública del país. Y ello se logra a partir de que tengamos gobernantes y representantes populares que hagan de la política un imperativo ético y que se apeguen a los principios de no mentir, no robar, no traicionar.”
En cuanto a la derrota en las alcaldías de la Ciudad de México, donde la entidad se dividió entre un oriente morenista y un poniente de mayoría panista, Mario Delgado reconoció que “hay que hacer una revisión. Hay que ser autocríticos también con lo que pasó y ponernos a trabajar desde ya para recuperar lo que perdimos. Es una llamada de atención por parte de la ciudadanía…”.
Sin duda, la postura del líder nacional del partido gobernante no solo debe asumirse para la capital del país, sino para todos aquellos distritos federales y locales y las alcaldías en donde Morena perdió y también para que los candidatos triunfadores asuman su papel como mandatarios y/o representantes populares.
Por ejemplo, en Izúcar de Matamoros, Morena refrendó su triunfo y gobernará al municipio por otros tres años. Delgado llamó a regenerar la vida política del país y los ciudadanos demandamos resultados. No hay duda, la mayoría puso su confianza en la candidata de Morena, le toca a ella demostrar que puede y quiere ser una buena gobernante para el municipio.
La negación hace daño
Por el contrario, los dirigentes de los partidos integrados en la alianza “Va por México”, impulsada por el sector de extrema derecha del empresariado, se proclaman triunfadores y hacen oídos sordos ante las críticas de políticos y militantes de sus partidos que tienen una perspectiva realista del resultado de la contienda electoral.
En conferencia conjunta, los líderes de los tres partidos consideraron que lograron quitarle a Morena la mayoría calificada en la Cámara de Diputados, olvidando que este partido no ha tenido esa mayoría calificada desde 2018 y ha sido su alianza con otros partidos afines lo que le ha permitido ser mayoría en el Congreso de la Unión.
El optimismo de los líderes llegó a tal extremo que Jesús Zambrano, líder del PRD, asumió como un triunfo que su partido se haya salvado de la pérdida de registro gracias a la alianza con el PAN y el PRI, en tanto que Alejandro Moreno, presidente nacional del PRI alardeó haber aumentado su porcentaje de votación, a pesar de haber sido el gran perdedor de la contienda.
No hay duda, la estrategia de esta alianza impulsada por lo más radical de la derecha ha trasladado sus aspiraciones de triunfo para 2024, seguros de que esta alianza entre contrarios (derecha empresarial, derecha panista, centro priista y un perredismo sin brújula) será una oposición efectiva frente al gobierno federal y una alianza triunfadora en las elecciones presidenciales de 2024.
La derecha empresarial tiene muy claro su objetivo: frenar el programa de López Obrador, la Cuarta Transformación; para esto tiene un instituto político que maneja tras bambalinas desde los años 80 del siglo pasado: el PAN; cuenta con las nuevas generaciones de priistas formados en los principios del neoliberalismo, y un PRD dispuesto a vender su alma al diablo, con tal de no perder su registro como partido político.
Los tres partidos se proclaman triunfadores, los tres aseguran estar fuertes para disputar la Presidencia del país, pero el único que sabe lo que quiere es su titiritero: el sector empresarial de ultraderecha que, si llegase a triunfar, le daría las gracias a perredistas, priistas y a un sector del panismo y los arr