Punto de Vista / Nicolás Dávila Peralta
El 28 de febrero de 2020, en la conferencia mañanera del presidente Andrés Manuel López Obrador, se confirmó que se había detectado el primer caso de Coronavirus Covid-19 en México; se trataba de una persona que había viajado a principio del año a Bérgamo, Italia, país donde esta pandemia ya se había extendido. Puebla registró el primer caso el 9 de marzo, se trató de una persona que también venía de Italia.
En dos meses los contagios habían pasado de ser contagios externos, es decir, adquiridos en otros países, a ser contagios internos que se fueron multiplicando rápidamente en todo el país.
Para el mes de abril, México se encontraba en alerta total, se declaró suspensión de clases presenciales en todos los niveles educativos; autoridades educativas, profesores y alumnos se enfrentaron al reto de las clases digitales, se paralizó el comercio y la mayoría de las empresas se vieron obligadas a suspender sus actividades, sobre todo en las áreas de servicios, e incluso las iglesias suspendieron o disminuyeron al mínimo sus servicios religiosos.
A partir de ese momento, se recomendó a la población lavarse continuamente las manos, mantenerse en casa si no había necesidad de salir por cuestiones de trabajo u otra emergencia y utilizar cubrebocas fuera del hogar.
Junto con la pandemia y como efecto de ella, se han agudizado los problemas de la sociedad.
Desde luego, se pusieron en evidencia las deficiencias del sistema de salud para enfrentar los retos que significa el Covid-19; pero, además, la emergencia sanitaria ha provocado una crisis económica que afecta a las empresas, muchas de las cuales han entrado en crisis o, de plano, han cerrado, y a la economía familiar por la disminución de ingresos y el desempleo.
Han sido ya doce meses difíciles no solo en México, sino en todo el mundo; muchos familiares, amigos o conocidos han sido víctimas de esta pandemia y las autoridades sanitarias han trabajado al máximo atendiendo a los enfermos, diseñando estrategias de combate a la pandemia y, en los primeros meses del año, gestionando la compra de vacunas y organizando su aplicación a los trabajadores de salud y a las personas de la tercera edad, en primer lugar.
La realidad que se vive en México y el mundo, constituye un reto singular para todos; primero, porque nos ha motivado para redescubrir el valor de la vida, de la solidaridad, de la convivencia familiar y del trabajo. Sin duda, la mayoría de los seres humanos hemos descubierto que la vida no será igual que antes de la pandemia.
Sin embargo, junto con la lucha contra la pandemia, hemos vivido y seguiremos viviendo las actitudes negativas de quienes han utilizado esta situación como una herramienta política o han creado mitos en torno a ella y las acciones que se realizan para combatirla.
Desde un inicio, algunos partidos políticos, principalmente el blanquiazul, han utilizado la pandemia como un recurso para desestimar los esfuerzos gubernamentales y descalificarlos; han llegado al absurdo de presentar denuncias ante la Fiscalía General de la República, lo mismo contra el responsable del combate a la pandemia que contra el Presidente de la República.
No han faltado los políticos que han mantenido una actitud de crítica destructiva -que no propositiva- en todo lo referente al combate a la pandemia, lo mismo ex presidentes que legisladores y comunicadores que han arribado a la política.
En torno a la pandemia y las vacunas, se han creado mitos tan absurdos como los de señalar a grandes empresarios de diversos países como creadores de esta pandemia, con la intención de dominar al mundo. Esto ha llevado a que un sector de la población fácilmente manipulable, afirme que el virus no existe y no tome las medidas sanitarias necesarias.
Pero lo más grave son las versiones que se han creado en torno a las vacunas anticovid.
Sectores religiosos conservadores se han pronunciado en contra de las vacunas, argumentando que éstas tienen como base elementos derivados de niños abortados y han llegado al extremo de reprobar que el papa Francisco se haya vacunado.
Pero el mito más inverosímil es el de quienes aseguran que los creadores del virus insertarán, a través de la vacuna, un chip para controlar a la humanidad.
Así, el combate al Covid-19 se enfrenta, además de los retos de salud, a los mitos creados por fanáticos y las ambiciones políticas de los partidos desplazados del poder.