Este domingo, se han realizado varias marchas en las principales ciudades de México, convocadas por organizaciones contrarias a la legalización del aborto y apoyadas, también, por la jerarquía católica y pastores de otras iglesias; el objetivo es manifestar el rechazo a una posible disposición legal a favor del aborto a nivel nacional.
Esta no es la primera marcha, pero los convocantes son los mismos: organizaciones cuyo objetivo –según lo expresan en diferentes espacios de comunicación- es la defensa de la vida desde el momento de la concepción.
Por otra parte, otras organizaciones se han manifestado a favor de la legalización del aborto y han planteado en foros, pero también en manifestaciones, sus razones.
Sin embargo, tanto los antiabortistas como los proabortistas adolecen –desde mi punto de vista- de una visión amplia de esta problemática. Ambos movimientos ven al asunto de la legalización del aborto como si fuera una realidad aislada, desvinculada del resto de variables que integran la vida social.
Ese es el problema.
Quienes se pronuncian a favor de la legalización del aborto, argumentan los riesgos para la mujer si se somete a un aborto clandestino y asumen como premisa el derecho que tiene la mujer a decidir sobre su propio cuerpo.
Los antiabortistas enarbolan argumentos morales y califican al aborto como el asesinato de un ser indefenso y rechazan que el embrión forme parte del cuerpo de la mujer.
Ambos pueden tener argumentos a favor o en contra, pero a las dos corrientes les falta esa visión estructural que ubique a la realidad del aborto en su contexto real.
Y es que el aborto no es el principal problema, el aborto es el efecto de una serie de situaciones que lo provocan y, a su vez, genera otros problemas de carácter psicológico, emocional, social y familiar.
Quienes defienden la legalización del aborto, omiten profundizar en las causas que conducen a la mujer a optar por deshacerse del fruto de una concepción. Y lo mismo hacen los antiabortistas quienes, además, no ofrecen opciones para la mujer embarazada que opta por no abortar.
Trataré de responder a una primera pregunta: ¿cuáles son las causas que llevan a una mujer a optar por el aborto?
Las razones son diversas y van desde el embarazo como fruto de una violación, la falta de una educación sexual integral, la prostitución, hasta la pobreza, el machismo y la irresponsabilidad. Además, no hay que olvidar que el aborto provoca un impacto negativo, traumático en la mayoría de las mujeres que se lo practican.
La otra pregunta es: ¿qué hacer, más allá de las marchas a favor o en contra de la legalización del aborto?
Hay que ir a sus causas. Lo que hay que combatir es la falta de una educación sexual que no se detenga solo en la descripción de la fisiología reproductiva, sino que incluya también los aspectos afectivos, familiares, sociales y éticos de la sexualidad. Embarazos de adolescentes e incluso los de muchas “niñas bien” que acuden al aborto para evitar el “qué dirán” o el enojo de “papy”, en el fondo reflejan una falta de educación sexual integral.
Mientras los movimientos proabortistas insistan en que el aborto es un derecho y lo sustenten en que la mujer debe decidir sobre su propio cuerpo, seguirán reflejando esa falta de una educación sexual integral y una respuesta parcial a las causas del aborto.
Por otra parte, los antiabortistas, mientras reduzcan su lucha a la defensa del embrión, también tendrán una visión muy reducida del problema. No podemos olvidar que esos grupos se han opuesto a la educación sexual y han olvidado algo muy importante: estrategias claras para prevenir el aborto y el apoyo a madres e hijos de las mujeres que deciden no abortar.
Habrá que recordarles a unos y otros, que la defensa de la vida no se reduce al no nacido. ¿Qué hacer con los hijos no deseados?, ¿cómo apoyar a las madres solteras?, ¿cómo favorecer una vida digna para los niños?
En el tema del aborto, hace falta algo más que marchar a favor o en contra.