Boston, Chicago, Filadelfia, Houston, Nueva York y Washington fueron las principales ciudades de los Estados Unidos en donde se manifestó con mayor impacto el paro realizado el jueves pasado, denominado “Un día sin inmigrantes”, como un modo de protestar contra la política agresiva del presidente Donald Trump.
Es la primera vez que a través de las redes sociales los trabajadores indocumentados y también los de estancia legal en el país del norte, realizan una protesta que, si bien no tuvo los alcances esperados, sí demostró la voluntad de quienes han emigrado de sus países de origen en busca de mejores niveles de vida, por defender su derecho al trabajo y el respeto a su voluntad de residir en los Estados Unidos.
La huelga fue un reflejo de la tensión en que hoy viven los inmigrantes, no solo mexicanos, sino de toda América Latina, el Caribe y de Asia, principalmente, frente a la amenaza latente de ser deportados en cualquier momento, después de ser capturados con lujo de violencia e incluso penetrando ilegalmente los agentes de Migración en los domicilios particulares.
Bien por quienes se unieron a la huelga de “Un día sin inmigrantes”; justificable la no participación de otros, tanto porque en sus lugares de residencia la amenaza es menor, como porque fue en ellos más fuerte el miedo a salir a la calle o a perder su empleo frente a las amenazas de sus patrones. No se puede hablar de divisiones, porque a todos –huelguistas o no- los une una misma y única motivación: defender su estancia en los Estados Unidos.
Pero esta acción de nuestros connacionales en los Estados Unidos, no conlleva solo un mensaje para el gobierno de Donald Trump, desde luego el primer destinatario de esta acción; es también un mensaje para todos aquellos de quienes los inmigrantes son conciudadanos; en nuestro caso, los mexicanos que han migrado hacia el norte.
Los medios informativos, prensa, radio y televisión, igual que las redes sociales que dieron cuenta de este movimiento, ubicaron la noticia al otro lado del río Bravo, sin ningún impacto en nuestro país; y en ese sentido fue la reacción acá, de este lado del muro que Trump quiere construir.
Nadie movió un dedo para vincular “Un día sin inmigrantes” con nuestra realidad nacional, ninguna voz de solidaridad; gobierno, sector privado, universidades, sindicatos, partidos, iglesias, ciudadanos, todos conocimos el hecho como algo lejano y hasta ajeno a nosotros.
Sin embargo, detrás de “Un día sin inmigrantes” está el reto que conllevapara México la deportación masiva de mexicanos; deportación que significa una demanda mayor de empleo, vivienda, servicios de salud, educación, seguridad pública, reintegración familiar y el incremento de la pobreza.
El gobierno se ha limitado a tomarse la foto en el aeropuerto capitalino con mexicanos deportados, los políticos de todos los partidos han viajado a Estados Unidos para presumir de solidaridad con los inmigrantes, todos, en fin han hecho declaraciones que son más promesas de campaña que propuestas reales de estrategia oficial para enfrentar los problemas de las deportaciones.
El año 2016 cerró con cerca de dos millones de mexicanos desempleados; pero el INEGI registró en la informalidad a 30 millones de personas; es decir mexicanos en cuyo empleo no recibieron ningún tipo de contrato ni prestación laboral.
A más de esta realidad que enfrentarán los paisanos deportados, está la situación del campo que ha sido desmantelado, y es el lugar a donde llegará la mayoría de los deportados; el sector privado nacional ha hecho muy poco por crear fuentes de empleo y las autoridades no han suministrado la infraestructura necesaria para esto, porque las obras de relumbrón tienen más valor político las carreteras, el agua potable, la electrificación, las clínicas bien equipadas y las escuelas.
De este modo, corremos el peligro de vivir en el futuro inmediato problemas para los cuales ni el gobierno, ni el sector privado ni las escuelas, universidades e iglesias están preparados.
Los resultados pueden ser muchos; el más grave, el incremento de los actos delictivos y el reclutamiento por el crimen organizado de muchos jóvenes desempleados.
Así pues, el reto es grande; pero todavía lo percibimos lejano, atrás del muro y más allá del río Bravo. Pero ya está acá, entre nosotros.